[ Nota del autor: para una experiencia completa, antes de leer, dale al play ]
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Me prometiste la eternidad, pero me traicionaste en el peor momento.
Abriste las ventanas de nuestra casa y les dejaste entrar.
Tú me mataste.
Y el tiempo hizo el resto.
Te dejaste engañar, creíste a los que te dijeron que era necesario desprenderse de mí para crecer.
Te dejaste embriagar por una falaz versión de la madurez.
Me volviste la cara para mirar al miedo, al egoísmo, a los complejos, al engaño, a la envidia, a la inseguridad.
Soltaste mi mano y terminaste con nuestro aislamiento.
Y yo morí, porque no puedo vivir si mi dueño no cree en mí.
Necesitaba toda tu energía, toda tu pasión por la vida.
Porque solo puedo vivir de ti y en ti. Porque tú me alimentabas y me protegías de ese asesino invisible y silencioso que es el tiempo…
…Y de todo lo demás, porque todo lo demás era incompatible conmigo.
Pero les dejaste entrar. A todos. Y solo porque llamaban a tu puerta.
Fuiste tú quien abrió las ventanas, derribó las puertas, reventó los muros.
Desapareció nuestro hogar, se esfumó la infancia.
El tiempo se paseó a sus anchas.